Nuestra pequeña paula
Hoy vemos a nuestra pequeña Paula, con sus ojazos y su sonrisa y podría parecer que todo ha quedado en un mal recuerdo, pero la verdad es que nuestro embarazo no fue un embarazo ni mucho menos fácil…
Todo comenzó en la revisión de las 12 semanas. Los datos que se suelen mirar en esta etapa estaban dentro de lo normal, aunque en los análisis se veía que tenía las transaminasas un poco altas.
La ginecóloga que seguía mi embarazo no le dio en principio mucha importancia, pero nos empezó a preguntar si alguno de los miembros de nuestra familia había estado malo con síntomas de resfriado común últimamente y le comentamos que no, pero que sí había notado que en este embarazo estaba mucho más cansada que en el embarazo anterior, cosa que también achacábamos a tener un pequeño de año y medio sin parar ni un segundo.
En ese momento, nuestra ginecóloga, a la que agradecemos encarecidamente su profesionalidad y atención en todo este tiempo, sospechó que podíamos estar contagiados de CMV (por fortuna, nuestra ginecóloga había hecho la residencia con Maria de la Calle en La Paz, la mayor experta del hospital de La Paz y posiblemente de España en tratamiento del CMV durante el embarazo) y nos mandó un análisis más
completo para ver la evolución de las transaminasas y de paso otros virus como el CMV, aunque no nos dijo nada en un primer momento para no ponernos más nerviosos. Una semana más tarde, cuando fuimos a ver los resultados con ella, íbamos tranquilos, ya que habíamos visto justo en la sala de espera que las transaminasas estaban bien, pero fue al entrar en la consulta y ver la cara de nuestra doctora cuando entendimos que algo no iba bien.
En ese momento nos comunicó que me había contagiado de CMV, nos informó sobre la gravedad de esta enfermedad durante el embarazo ya que nunca antes habíamos oído hablar de ella, de las posibles secuelas para el bebé, de que había que hacer un test de avidez para confirmar si nos habíamos contagiado durante el embarazo, nos dijo que posiblemente nos tendrían que hacer una amniocentesis a partir de la semana 21 y que aunque todo saliese bien, hasta que no naciese, no sabríamos con seguridad si la niña estaba contagiada…
En ese momento, con el bombardeo de información y lo que pudimos buscar después, se nos vino el mundo encima. ¿Cómo podía ser que algo de lo que habitualmente nadie te habla, fuera tan peligroso? ¿Cómo podía haberme contagiado sin presentar ni un síntoma nadie de nuestro entorno? Estas preguntas nos las formulábamos una y otra vez.
Por fortuna o por desgracia no tuvimos que esperar tanto tiempo para confirmar el contagio. El test de avidez indicaba que el contagio se había producido durante el primer trimestre (el peor momento en cuanto a posibles secuelas si el feto contrae el virus), y poco después una ecografía nos reveló lo que podía ser el primer síntoma de una afección por CMV: intestino hiperecogénico.
Aunque todos los médicos intentaban quitarle importancia, ya que solo un 5% de los casos de intestino hiperecogénico se debe al CMV y que esta afección no tiene ninguna traducción clínica cuando las medidas del feto son normales, mi marido que en su trabajo se dedica a hacer cálculos de probabilidades, ya decía que eso no podía ser coincidencia. A partir de ahí, cada ecografía y neurosonografía se convirtieron en momentos muy angustiosos, estando más pendiente de la cara y comentarios que pudiera hacer el ecógrafo que del bebé moviéndose en la pantalla como suele pasar en la mayoría de embarazos.
Aunque teníamos sospechas de que él bebe pudiese estar contagiado, el mazazo fue terrible cuando los resultados de la amniocentesis fueron positivos. Junto con los resultados de la amniocentesis nos dieron los datos de carga viral en líquido amniótico. Se considera que una carga viral es muy alta cuando hay más de 100 mil copias de virus por mL , nosotros teníamos 4 millones.
La doctora nos volvió a dar información de las posibles secuelas: hipoacusia, ceguera, microcefalia…, también de las probabilidades que se conocían al respecto y finalmente nos dio dos cartas con las opciones que teníamos. La primera era una carta en la que resumía nuestro expediente y solicitaba a la doctora Maria de la Calle que nos tratase en la unidad de alto riesgo del hospital de La Paz. La segunda era un consentimiento médico por si optábamos por interrumpir el embarazo dado las circunstancias.
Ojalá pudiésemos decir que la decisión fue rápida y fácil, pero estaríamos mintiendo. Fue una decisión muy complicada y unos días muy duros, los peores de nuestra vida diría yo. Aunque nosotros tomamos la decisión de continuar, nunca podremos juzgar a alguien que en la misma situación tome un camino distinto. Escojas la opción que escojas, es la mejor que puedes tomar y te tienes que convencer de ello.
Finalmente, decidimos comenzar el tratamiento de gammaglobulinas hiperinmune en la Paz además de tomar dosis masivas de valaciclovir. Los restantes 4 meses de embarazo se pasaron entre la consulta de medicina fetal y el despacho de la Doctora Maria de la Calle, incluyendo dos resonancias magnéticas fetales, dos ciclos de gammaglobulinas y primeros contactos con el Doctor Baquero (pediatra de enfermedades infecciosas) y la doctora Tirado (neurología pediátrica); una de las cosas que todos y cada uno de los doctores por los que hemos pasado nos repetían, es que el CMV es tan complejo, que aunque todas las pruebas salgan limpias, los niños contagiados pueden nacer muy afectados y viceversa, por lo que no nos podíamos confiar en ningún momento.
El refrán de “el que la sigue, la consigue” en nuestro caso se volvió negativo, teníamos tantos médicos mirando en la cabeza de nuestra pequeña, que al final siempre conseguían encontrar algo, aunque fuera algo sin importancia a priori, pero que no nos permitió salir tranquilos de ninguna de las ecografías que tuvimos: pequeños quistes en la zona del lóbulo temporal, cuerpo calloso y vermis en el límite inferior, leves hiperintensidades, ventrículos desflecados…
En la semana 38 nos programaron una cesaría porque la niña ya no crecía al ritmo que debía. Sabíamos que en cuanto naciese se la iban a llevar a REA y estaría allí en principio hasta que nos diesen el alta, pero para sorpresa nuestra, la primera noche nos la subieron a la habitación y estuvo con nosotros hasta que nos dieron el alta.
Los resultados negativos y positivos fueron llegando alternos durante la hospitalización. Obviamente el virus aparecía en sangre y orina, pero no aparecía en líquido cefalorraquídeo, la ecografía abdominal indicaba que no había ni rastro de la hiperecogenicidad intestinal pero la ecografía cerebral indicaba que había hemorragias subependimarias (aunque el nombre suena fatal nos dijeron que eran frecuentes y no debíamos preocuparnos), el nervio óptico se veía bien pero había pequeñas hemorragias que había que vigilar, y para finalizar, no pasó el cribado auditivo del oído izquierdo.
Han pasado ya cinco meses desde que nació y aunque sabemos que aún nos queda un largo camino por recorrer, Paula va cumpliendo con todos los hitos acordes a su edad. De todo lo que se vio en un inicio, únicamente ha quedado una hipoacusia unilateral moderada.
Aunque lo tenemos claro, cada día su hermano de 2 años y medio nos recuerda que tomamos nuestra mejor opción, cuando nada más levantarse va a darle un beso de buenos días y le dice que la queremos mucho.